Yoguis y yoguinis junto a Gauguin en busca de la felicidad

En Madrid, España, en el Museo Thyssen, hemos podido disfrutar de una exposición con diversos cuadros de Gauguin donde plasmaba su búsqueda del Paraíso que de vez en cuando él situaba en la Polinesia.

Preciosas pinturas de colores cálidos, marrones, bermellones, burdeos, amarillos, verdes manzana, azul marino, y una perspectiva rota. Son cuadros inconfundibles. En ellos había bellas y jóvenes mujeres caoba desnudas, siempre serias y con cierta dureza en la mirada. A veces, Gauguin intentaba suicidarse en medio del Paraíso.
La sensualidad y la muerte
Gauguin era un rebelde, un desarraigado que iba buscando el Paraíso en la tierra , un hombre valiente y desesperado, una persona de rasgos bipolares que se balanceaba entre la felicidad y la desesperación. Un hombre confuso y un pintor apasionado y cálido, capaz de mirar de frente una realidad que describía maravillosamente con los pinceles y se le escapaba con el pensamiento cuando intentaba darle estabilidad y abstracción. Lo quería entender como un mundo perfecto y salvaje, instintivo y primario, como un símbolo de la felicidad que iba luego perdiendo a borbotones en sus momentos de soledad y sequedad interior. En su búsqueda del Paraíso recorrió Panamá, Tahití, Autona o las Islas Marquesas. Más lejos, cada vez más lejos en su búsqueda de la felicidad.

¿Es posible encontrar la felicidad?

Gauguin buscaba la felicidad en el exterior, en esos paisajes de cocoteros, palmeras, perros en libertad y mujeres de piel de ébano bellísimas y un poco taciturnas, indolentes, calladas.

Cierta Psicología Positiva y algunas ideas desarrolladas en libros de autoayuda buscan la felicidad en una manipulación interior. Parece un paso adelante viendo la desesperanza cada vez mayor de Gauguin en medio del Paraíso. El exterior se nos impone, y el calificativo lo ponemos nosotros. Aprender a manejar el volumen de esa interacción entre nosotros y el exterior, darle el calificativo conveniente a la realidad es la llave de la felicidad, dicen ciertos libros de autoayuda. Este pensamiento positivo defiende que da un poco igual lo que nos ocurra, que de nosotros depende que sea bueno o malo. ¡Qué idea tan injusta y que carga tan grande! Si nos atropella un coche y nos rompe las piernas y nos quejamos es que no sabemos aprovecharlo para aprender a andar con las manos.

Estas teorías dicen que, puesto que el exterior no podemos cambiarlo la mayoría de las veces, vamos a cambiar nuestro interior, la manera de acercarnos a la realidad. La felicidad es un aprendizaje, no tiene que ver ni con la suerte, ni con las circunstancias. La vida puede ser maravillosa pase lo que pase, depende de cómo la vivamos en nuestro interior.

Este planteamiento ingenuo y engañoso que algunos libros de autoayuda nos muestran como si fuera un mantra mágico contra la adversidad, y que la mayoría de las veces solo consigue frustrarnos y hacernos sentir impotentes e incapaces de conseguir esa felicidad que parece tan fácil y que depende solo de nosotros, no es desde luego el planteamiento de la Psicología Positiva que desarrolla Seligman, su creador.

Seligman rechaza de entrada el concepto de felicidad como engañoso, ingenuo y contaminado por nuestra sociedad. Prefiere hablar de bienestar o crecimiento, y para ello hace falta desarrollar las 24 Fortalezas de las que hablábamos en el post anterior. La fortaleza interior exige un aprendizaje, disciplina y constancia. No se trata de ponerse las gafas del optimismo ante la realidad para verlo todo de color de rosa.

¿Es el yoga una disciplina para la felicidad?

Para mí el yoga es la mejor herramienta para encarar una vida fructífera y positiva. La felicidad, que el yoga llama sabiduría, plenitud y liberación, samadhi, es visión cabal y perfeccionamiento interior. La felicidad no está en un interior manipulado para ver solo lo bueno, ni en el exterior, intentando conseguir el Paraíso en la tierra. La sabiduría, esa especie de felicidad compasiva y serena, más bien inmutable, sobria y fluida, se obtiene, dice el yoga, viendo la realidad tal cual es, sin calificativos, ni proyecciones, ni rechazos, ni apegos. Aceptando el sufrimiento y el dolor inevitable de la vida de la misma manera que el gozo y el bienestar, con serenidad y reconocimiento, lo que no significa indiferencia, sino fluidez y gracia.

La plenitud, la armonía, la sabiduría, la auténtica felicidad, dice el yoga, viene de la realización, de trabajar para ser lo que somos en potencia: auténticos y desarrollados seres humanos. Seres vivos en proceso de convertirse en personas, como diría también Carl Rogers. Yoguis y yoguinis con un potencial de perfección muy grande gracias a la autoconciencia, la responsabilidad personal, la creatividad, el sentido de la trascendencia y la espiritualidad.