El yoga es para todos, pero no todo es yoga

La crisis, sin más, la famosa crisis que ya no necesita ninguna concreción para saber a qué crisis nos estamos refiriendo, afecta a todos.

Por un lado nos hace cuestionarnos muchas cosas que dábamos por hechas y que parecían derechos o premisas definitivamente establecidas. En este sentido el yoga nos viene bien, porque nos enseña que no hay nada que permanezca para siempre. Sin escandalizarnos ni demonizar a nadie podemos luchar por lo que queremos. El yoga proporciona una cierta visión objetiva que nos permite pensar que cualquier cosa puede pasar, que nada es para siempre ni resulta incuestionable, y que es fundamental energía, fe, voluntad y determinación para la tarea de luchar (y hay que luchar, como nos enseña el karma yoga) por lo que necesitamos o creemos justo.

Por otro lado nos tenemos que buscar la vida. Han surgido cantidad de centros y personas que enseñan yoga como consecuencia del propio éxito del yoga para mejorar la salud, pacificar la mente y proporcionar vitalidad a las personas. También es verdad que se está produciendo  una institucionalización del yoga como resultado del interés que suscita en los medios de comunicación y su aceptación cada día mayor entre los profesionales sanitarios. Casi todo el mundo ha probado el yoga, aunque en realidad pocos hayan probado el yoga.


La práctica de yoga tiene una reglamentación muy antigua que parece más ambigua de lo que en realidad es. Los Yoga Sutras de Patanjali debe ser el libro de cabecera para una persona que practica yoga, sin olvidar otros, como la Bagavad Gita, que insiste en el yoga de la acción en la vida diaria, el yoga de la acción desinteresada, como la esencia de la práctica del yoga.

Los Yoga Sutras nos definen lo que es el yoga, su finalidad principal: la educación de la mente para conseguir la realización de uno mismo. Es necesario todo un plan de vida que incluye una ética muy concreta de obligaciones y prohibiciones (yama y niyama); ejercicios físicos para mantener el cuerpo sano (asanas) y que nos permitan realizar el esfuerzo que debemos hacer; ejercicios respiratorios (pranayama) que proporcionan energía y ayudan a focalizar la mente; control de los sentidos (pratyahara) para no distraernos continuamente y no ser esclavos de nuestros deseos; y luego estrictamente lo que nos llevará a conseguir el yoga: la concentración mental (dharana), la meditación (dhyana) y la contemplación (samadhi). Este es el yoga de los ocho pasos, y es la columna vertebral de la práctica de yoga.

No todos querremos liberarnos de la insatisfacción como única meta en nuestra vida porque podemos verla como inevitable. Ni encontrar la energía y la paz que ofrece el yoga a través de la contemplación de lo que es, de lo instantáneo y directo de la realidad que está detrás de lo aparente, porque prefiramos otras tareas a las que nos sentimos llamados con más fuerza. No todos pensaremos que hay que acabar con la identificación con los deseos, los pensamientos y las sensaciones continuamente cambiantes de la mente, para encontrar verdadera estabilidad y serenidad, porque somos apasionados y utilizamos esa pasión para vivir.

No todos querremos ni podremos ser tan radicales, ni pretenderemos dedicarle todo nuestra energía a esta tarea, aunque todos los que practicamos yoga, hasta un nivel u otro, deseamos encontrar lo que el yoga proporciona: ecuanimidad, voluntad, determinación, energía y salud.

Unos en una medida y otros en otra, en función de circunstancias que sería muy interesante comprender mejor, profundizamos más o menos en la práctica de yoga, utilizándolo legítimamente según nuestras necesidades. Esa libertad, la ductilidad necesaria para poder coger de una técnica lo que interesa o creemos que nos conviene, esa adaptabilidad a los tiempos cambiantes, a las distintas sociedades y necesidades, la tiene el yoga desde hace 4000 años.

Pero no podemos engañarnos ni engañar a nadie con el yoga. No podemos hacer pasar por yoga lo que no es yoga, sino otra cosa. No podemos adulterar la enseñanza del yoga hasta el punto de no utilizar más que el nombre, porque creamos que es tan abierto, tan maleable que, con invocarlo, cualquier ejercicio novedoso será yoga por el solo hecho de afirmarlo. Ni nos podemos engañar creyendo que, siendo tan antiguo, la supuesta ambigüedad y antigüedad de sus planteamientos permite cualquier evolución.

Practicar yoga es una cosa concreta y fascinante, que puede implicar impregnar toda la actividad de nuestra vida, abierta al mismo tiempo a nuestras necesidades, si no olvidamos su esencia. O sea, si estudiamos, practicamos y nos acogemos a la orientación de un buen profesor o maestro, según queramos.

Espiritualidad y depresión : una relación inversa

El 9 de enero de 2012 la prestigiosa revista de psicología y psiquiatría American Journal of Psychiatry ha publicado un artículo* donde se describe una investigación que tiene que ver con la influencia de la religión y la espiritualidad en el desarrollo de la depresión en hijos de padres que habían padecido la enfermedad anteriormente. Lisa Miller, Priya Wickramaratne  y otros, sus autores, ya habían estudiado y demostrado hacía unos años la asociación inversa que existe entre la espiritualidad y la depresión mayor entre adultos. Encontraron que las personas con su espiritualidad despierta tenían menos riesgo de padecer una depresión.

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Ahora, los mismos autores han investigado, en un trabajo longitudinal a lo largo de 10 años, a los hijos de estos sujetos en comparación con otros chicos cuyos padres no habían sufrido una depresión. El resultado ha sido que los hijos que informaron a los 10 años que la religión o la espiritualidad eran muy importantes para ellos tenían alrededor de una cuarta parte de riesgo de sufrir depresión mayor entre los 10 y 20 años (período estudiado) en comparación con otros participantes de su misma edad no creyentes.  Pero lo más curioso es que fueron los hijos de los padres que habían sufrido una depresión y que consideraban muy importante la espiritualidad los que estaban más protegidos contra la devastación que produce una depresión. Este grupo tenía solo una décima parte de posibilidades de sufrir esta grave enfermedad.

¿Podemos concluir, a la vista de esta investigación, que la espiritualidad es una condición esencial del ser humano y que no desarrollarla lleva a la infelicidad y a la depresión? ¿O debemos concluir que las condiciones de la vida y la soledad esencial de la humanidad son tan duras que resultan difícilmente llevaderas sin el invento de la espiritualidad o la religión? Cada uno puede concluir lo que quiera porque estas conclusiones van mas allá de los datos publicados, y en este punto no hay certezas. Los que piensan lo primero se abrirán a una condición del ser humano, la búsqueda de su propia trascendencia y la esperanza de un sentido en el universo, que ha existido siempre en él y que le realiza, le da amplitud, sentido y felicidad, y le colma en su esencia. Los segundos se preguntarán si es legítimo creer lo difícilmente creíble solo porque ejerce un efecto placebo y nos permite vivir despiertos y esperanzados con una promesa infantil, imposible de comprobar, de bienaventuranza, compañía profunda y paz.

¿Merece la pena desgastarse en esta duda? Como dijo Buda, si a un hombre le clavan una flecha y cae herido, ¿qué es preferible hacer, intentar averiguar antes de todo quién le ha disparado la flecha, de dónde era y por qué lo hizo; o le socorrerá primero tranquilizándole y arrancándole la flecha para que no muera?

Pues es lo mismo: ¿vamos a gastar la vida en la especulación y la duda si podemos actuar?

El yoga mejora nuestra salud corporal, nos aporta altura de miras y alegría, nos proporciona equilibrio psicológico y emocional --inteligencia emocional, como decimos ahora--, condiciones también estudiadas por la psicología como necesarias para sentirnos felices y en armonía. El yoga despierta en nosotros una espiritualidad serena, confiada y no especulativa. Eso sí, existen varias condiciones: hay que tener determinación, confianza, atención constante a la realidad, austeridad, y mirar con indiferencia la duda cuando surge.



*Lisa Miller; Priya Wickramaratne; Marc J. Gameroff...et alia (2012) : Religiosity and Major Depression in Adults at High Risk: A Ten-Year Prospective Study. American Journal of Psychiatry.169(1):89-94.

Pranayama : vivir del aire y de los iones

Uno de los documentales más impactantes que hemos podido ver en las pantallas últimamente es Vivir de la luz (2010), de P.A. Straubinger.
Son yoguis dos de las personas que aparecen en él, capaces de vivir sin ingerir comida ni bebida. El primero vive en Austria, y declara con alegría que, de las ventajas de alimentarse directamente de Prana, de pura energía, no es la menor la libertad inmensa que proporciona no estar sujeto a esa necesidad. El otro es un anciano yogui de la India que, encerrado y sometido a una investigación científica, se comprueba que no ha comido, ni bebido, ni orinado ni defecado en, al menos, 10 días.


Pranayama es una práctica yóguica. Uno de los 8 pasos del Asthanga yoga descrito por Patanjali en los Yoga Sutras (II.49), que consiste en absorber Prana a través de ejercicios respiratorios.

Para entender un poco mejor lo que es el Prana, la energía del universo, voy a describir algunos términos fundamentales sacados del libro de Andre van Lysebeth, titulado Pranayama: a la serenidad por el yoga (Madrid : Urano, 1985).

Prana: es la suma total de todas las energías contenidas en el Universo. Los yoguis proclaman que el Prana puede ser almacenado y acumulado en el sistema nervioso, más especialmente en el plexo solar, y se puede dirigir a voluntad mediante el pensamiento.

Ying y Yang: los geofísicos nos enseñan que la Tierra es un conductor cuya superficie está cargada negativamente en tanto que la alta atmósfera es positiva. La atmósfera tiene un potencial de 100 a 150 voltios por cada metro de altura. La existencia de este campo de fuerzas dirigido de arriba abajo se conoce en China desde la antigüedad. Los factores metereológicos lo modifican y bajo ciertas circunstancias, el campo eléctrico puede incluso invertirse temporalmente.

Prana = iones negativos: Los iones son los verdaderos obreros en la vida de una molécula. Iones negativos son minúsculos paquetes de energía eléctrica en estado puro. Cargados de un átomo de oxígeno o nitrógeno proporcionan vitalidad al organismo. El organismo no debe ser aislado eléctricamente, sino que debe permanecer unido al suelo, porque así es objeto de una huida eléctrica constante. Por eso caminar con los pies descalzos provoca una sensación de euforia particular.

Iones y clima: Tipos de clima en función del diferencial de voltaje por metro que llama “gradiente potencial”:
  1. Zonas de gran clima: regiones cuyo campo eléctrico es muy diferenciado, por encima de 100 voltios por metro. Son “estaciones de aire muy puro”, fisiológicamente muy excitantes. Vastas mesetas, llanuras de grandes horizontes donde nada detiene al viento, las costas, etc.
  2. Zonas de clima mediano: de 30 a 100 v. de diferencia. Son lugares más abrigados, la vegetación es más abundante.
  3. Zonas de clima pequeño: a menos de 30 voltios. Vegetación muy frondosa.
  4. Zonas de clima cero: creado por el hombre, el de los locales de habitación donde vive unos 300 días al año.
Así pues, dice van Lysebeth, una corriente eléctrica continua atraviesa la atmósfera y el cuerpo humano entero. En las condiciones atmosféricas normales, esta corriente eléctrica continua es del orden de 10 a 12 amp/seg. a través del cuerpo tomado en su conjunto.
La corriente eléctrica causada por la presencia de un campo eléctrico atraviesa todas las células, los órganos y todo el sistema nervioso, estimula el metabolismo y todas las demás funciones fisiológicas de los organismos vivos.

Algunas conclusiones:
  • La ausencia de corriente eléctrica es siempre desventajosa y tiene siempre efectos negativos sobre la vitalidad del ser humano.
  • La longevidad del ser humano depende en grado muy alto de la presencia permanente y con potencia suficiente del campo eléctrico.
  • Las funciones fisiológicas más importantes (actividad cardiaca, respiratoria, digestión, metabolismo, etc.) reciben un influjo y estímulo muy favorables de ese campo eléctrico.
  • Un gran número de pretendidas “enfermedades modernas” hay que relacionarlas con la ausencia o la considerable reducción de la intensidad de los campos eléctricos naturales en las grandes ciudades.
  • Los seres humanos, obligados a vivir en construcciones o espacios blindados, con las propiedades físicas de una caja de Faraday, donde se excluye todo campo eléctrico, se fatigan y se agotan rápidamente.
  • En la naturaleza, el elemento portador de energía eléctrica activa, el ion negativo, es atraído hacia la Tierra por la existencia, al nivel del suelo y de las capas bajas de la atmósfera, de un campo eléctrico positivo. Cuando se invierten los campos, se acelera la fatiga mental. Aún con un campo eléctrico adecuado es necesario llevar ropa correcta, que sea de algodón, porque los tejidos sintéticos producen suficientes cargas eléctricas estáticas como para rechazar los iones negativos de la persona que los usa.