La Asociación de Yoga Cuatro Caminos






En La Asociación de Yoga Cuatro Caminos practicamos hatha yoga las personas que vivimos en el entorno de esta plaza en Madrid, llena de vida, una de las más populares de la ciudad. Vienen también otras personas desde lejos, atraídas por la antigüedad del centro, unos 35 años, por la dedicación personalizada o por la naturalidad y la capacidad para adaptar el yoga a todo tipo de problemas.

Las personas con dificultades físicas debidas a la edad, a disfuncionalidades o a secuelas de enfermedades no podrán hacer algunas asanas, podrían resultar contraproducentes para sus dolencias. Por eso es importante que el profesor pueda recomendar las que son más convenientes para ellas. La atención mental y la concentración, que son las asanas del radja yoga, el yoga mental, compensan muchas veces con ventaja la falta de perfección postural en el asana físico.


Cuando llego, la amplia sala, la paz que se respira en ella, la luz tamizada, me facilitan parar y calmar la vorágine del día. Saludo a mis compañeras, alegres y tranquilas practicantes de yoga, que han hecho de su práctica un eje en torno al que ordenan su vida, se mantienen sanas y encaran sus dificultades.

Luego me quedo en silencio, me concentro en lo que estoy haciendo, siento declinar el día detrás de los ventanales, siento la relajación muscular producida por el estiramiento en las asanas, el silencio que va creciendo en mi interior, la respiración consciente que me hace más dueño de mí mismo, la conciencia del cuerpo en la relajación final.

Salgo y es de noche.

Algunos niños cubanos juegan en la calle sin tráfico bajo la luz amarillenta y lenta de las farolas. Miro hacia la desembocadura de la calle, hacía el gran río de Bravo Murillo, y ahí me dirijo, casi sin cabeza, los pensamientos en calma, los sentidos listos, limpios de la polución del día.

Me siento más agil, más delgado y más alto después de la sesión de yoga, como si me deslizara sin pasos, sin expectativas, sin la prevención que me asalta muchas veces ante el alboroto de esa calle muy viva por la agitación de la gente, tan distinta una de otra, que a esa hora se retira a sus casas.

Simplemente me deslizo y disfruto de la belleza del mundo.

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