Un yogui que rompe fronteras: Yogananda

“En los hombres superficiales, el pececillo de los pensamientos provoca mucho ruido; 
en las mentes oceánicas, las ballenas de la inspiración apenas si dejan estela”.
Sri Yukteswar

Steve Jobs, ese hombre extraordinario y misterioso que llevó una empresa tan apasionadamente como si fuese un mandato divino, tenía dos libros de cabecera que releía con mucha frecuencia. Uno era la “Autobiografía de un yogui” de Paramahansa Yogananda (Villarodrigo de las Herreras, Leon: Ananda, 2010), el otro “Mente zen, mente de principiante” de Shunryu Suzuki (Buenos Aires: Estaciones, 2002). Dos libros muy distintos y al mismo tiempo iguales entre sí, como veremos, aunque del segundo nos ocuparemos más adelante.
Yogananda con Sri Yukteswar

En este post vamos a hablar del primero, la famosa Autobiografía de un yogui de Yogananda, uno de los 100 libros más importantes e influyentes del siglo XX, según un detallado estudio hecho por filósofos y estudiosos de las religiones. Yogananda fundó la Self-Realization Fellowship en EE.UU. en 1920 para la enseñanza del Kriya Yoga. Desde entonces se ha propagado por todo el mundo.

Para hacernos una idea de la importancia del personaje, solo recordar que Yogananda fue el primer representante de la espiritualidad oriental recibido por un presidente de los EE.UU., y sus encuentros en el Carnegie Hall eran seguidos por miles de personas conmovidas y asombradas por la sencillez y el convencimiento del yogui. Todo esto lo digo para que nos demos cuenta de que Yogananda no era un bocazas, como se podría pensar cuando leemos su libro.

La Autobiografía de un yogui es un libro increíble. Su autor nos cuenta las cosas más extraordinarias con una naturalidad y candidez desconcertantes. Hechos prodigiosos y, según vamos avanzando, crecientemente misteriosos. Me explico: Yogananda habla de sus maestros Babaji, Mahasaya (ambos “desaparecidos” antes de que él naciera) y Sri Yukteswar, su gurú, como seres con unas capacidades especiales. Viajan en el tiempo y el espacio, pudiéndose presentar en dos sitios a la vez, o leen el pensamiento y conocen el futuro. Yogananda nos lo cuenta con toda naturalidad, y con un fervor y una humildad conmovedores.

No es que se limite a estos seres que parecen estar más allá de nuestras posibilidades, dotados de unas cualidades espirituales que los alejan de los simples mortales. Yogananda habla también de muchos otros yoguis que se fue encontrando a lo largo de su vida de joven, inquieto buscador espiritual, en su tierra de la India.

Para estos las leyes físicas y psicológicas no contaban mucho: eran capaces de curar enfermedades incurables, resucitar en algún caso a seres que habían muerto, arrancar de una vez por todas y para siempre la duda en sus chelas (discípulos), avisar de desgracias sin importar la distancia (y sin Internet ni redes sociales), o hacer cambiar de peso en horas a una persona necesitada de (estamos en la India) ganarlo. También permanecer sin comer ni beber durante años, como Giri Bala, lo que después de la película “Vivir de la luz" (2010), de P.A. Straubinger, ha dejado de ser una cuestión invisible.

Cuando uno lee estas cosas con su mentalidad occidental, educado en la ciencia y en los paradigmas incuestionables de las leyes del universo conocido, parecen fantasías de una mente calenturienta o cándida, o quizá la visión de un hombre con una cultura muy distinta, donde la realidad es mucho menos rígida, más dependiente de aspectos colaterales y mentales, más indefinida y fluida. ¿Cómo moverse con naturalidad a caballo de estos dos mundos y no perderse? Yogananda lo hizo y su legado permanece.

Yogananda una hora antes de su muerte
La gran pregunta que estimula el libro es si Yogananda, que parece por su virtud, sencillez, trayectoria vital y equilibrio interior un hombre de fiar, describe cosas posibles, o simplemente creencias muy arraigadas en la India como “verdaderas”, aunque no sean del todo reales. Pero, por muy imposibles que parezcan las descripciones de estos “milagros” te hacen pensar, porque todas las religiones coinciden en este mismo tipo de cosas.

Uno termina pensando que existen dos mundos. El de los “normales”, donde están establecidas, por supuesto, unas fronteras mentales, unas normas de pensamiento que marcan la salud mental y unas leyes físicas rígidas, y cuando traspasas esas fronteras has dejado de existir. El mundo civilizado ya no ve, te ha hecho invisible.

Partes entonces hacia otro mundo, una especie de mundo paralelo. Tu sigues con tu vida, estás entre todos, pero tu mundo no es de este mundo, y es muy difícil establecer contacto. Yogananda lo hizo, conservando un sentido común y una capacidad de comunicación extraordinarios.

¿Es válido juzgar solo con parámetros del primer mundo (cada vez menos primero), el nuestro, el occidental del siglo XXI, este otro mundo, sobre todo cuando ya sabemos que más del 90% del universo está formado por materia oscura y energía oscura de las que lo ignoramos todo, excepto que no están en nuestra dimensión de espacio tiempo? ¿Podemos ya ir ampliando y dando mayor fluidez y profundidad a la frontera, hoy tan rígida, entre verdad y mentira, posible e imposible, sin que nos perdamos y sin renunciar a la ciencia y al sentido común?

Por supuesto lo que digo no tiene nada que ver con la magia, la superchería y las soluciones fáciles llenas de fanatismo e ignorancia. Simplemente se trata de estimular la mente con nuevas preguntas y estar cada vez más abierto.

8 comentarios:

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    1. Hola Ignacio, me alegra que estés por aquí. Gracias a ti y un abrazo.

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  2. Diría que es un misterio. ¿Por qué no mirar desde él? Y como dicen los yoguis desprenderse, desapegarse de los juicios, de los pensamientos convencionales y dar rienda suelta a un mirar más libre, más crédulo, desde la sencillez, más humano, seguramente, más humano, ese puede que sea el punto de partida, más humano desde lo potencial que todavía ignoramos en nosotros mismos, y a veces tememos, más en sincronismo con todo, no contra todo. Gracias por la reseña.

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    1. Eso es, Mu: un misterio.
      Y conviene mirarlo como tú dices: más en sincronismo con todo, no contra todo.
      Un abrazo, Mu

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  3. Nos creemos en posesión de la verdad, de la realidad, y de este mundo tal y como lo vemos nosotros, y no somos mas que hormiguitas en un inmenso desierto del que no conocemos ni sus dimensiones...
    Interesante el libro, lo buscaré .

    Me ha llamado la atención el pié de foto ¿1 hora antes de morir? ¿y cómo murió? tiene en la foto un aspecto saludable...
    un abrazo

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    1. Hola Julia, ¿que tal el verano? ¿Has encontrado un poco de tiempo para ti?
      Los grandes yoguis, se dice, pueden controlar su propia muerte e inducirla cuando consideran que ha llegado su hora. Lo llaman mahasamadhi. Yogananda creía que su tarea ya estaba hecha. Ese día de 1952, en California, después de una cena en honor del embajador de la India, sufrió un ataque al corazón, dice la ciencia, del que murió inmediatamente.
      Es bonita la foto, ¿verdad?, por esa mirada dulce y cansada y esa sonrisa de profunda comprensión y amor. También hay que reconocer que tenía una pinta de salud extraordinaria.
      Hay un acta notarial de la ausencia de cualquier signo de descomposición del cuerpo al menos hasta 20 días más tarde de su muerte, cuando fue enterrado.
      Un abrazo

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  4. Primeramente, me a gustado mucho tu publicación y la forma en que escribes. He comenzado a leer el libro y me he detenido ya que me a surgido la misma duda que comentas anteriormente, ¿estos "milagros" de los que habla Yogananda son reales?
    Con una mente totalmente abierta y sin prejuicios, buscando la verdad y aceptándola tal como sea, es una pregunta teóricamente fácil de responder, es decir. si yo con ayuda de mis 5 sentidos y sin en influjo de "sustancias extrañas" me percatara de uno de estos "milagros", podría afirmar que son reales, lo interesante de esta cuestión es que llevar a cabo esta prueba es increíblemente difícil, debido a que llegar a poder hablar de frente con una persona que tenga este tan elevado grado es espiritualidad el cual me imagino que se requiere para realizar estas acciones, me resulta prácticamente imposible, lo cual me deja con esta gran duda sin responder :(

    Me gustaría conocer su o sus opiniones acerca de este tema y gracias por su atención

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    1. Hola Carlos. Muchas gracias por leer el artículo y por el elogio.

      Me parece que lo que te planteas y estás buscando es una prueba irrefutable de que lo "imposible" puede ser verdad, que los milagros existen. Un poco lo que quería Santo Tomás: ver lo increíble con sus propios ojos para convencerse de que era "real".

      A mi me parece que lo real es bastante subjetivo. Eso nos permite elegir lo que cada uno quiere considerar real. Lo real lo marca no solamente nuestros sentidos, sino nuestra mente tal y como esté educada, nuestras costumbres y lo que cada uno considera "cabal", o sea asumible.

      Mientras para un indú puede ser asumible y real que un yogui estire una cuerda y suba por ella hasta perderse en el cielo, a un occidental le puede parecer inasumible y una fantasía de ignorantes pensar que la muerte no es la nada, sino otra fase distinta en un camino misterioso.

      Total, que cada uno elige lo que quiere "ver". Y nunca ve con absoluta claridad.

      Tu eliges, Carlos, hazlo con tu inteligencia, tu fe, tu corazón, tu sentido común y tu propia búsqueda de la verdad. En eso también ando yo. Y yo creo que la mayor parte de las personas.

      No sé si te he respondido lo que me preguntabas; si no, insiste.

      Un saludo afectuoso

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