Her se ha hecho yoguini

El otro día fui al cine a ver una película llamada Her. Me pareció interesante el argumento que había ganado el Oscar de 2013 al mejor guión original. Un escritor de un cercano futuro que se acaba de divorciar se enamora de un sistema operativo que se ha comprado para el ordenador mientras pasea por un centro comercial.

El sistema operativo resulta ser una mujer, bueno la voz de una mujer,y el pensamiento y los sentimientos de una mujer, sin cuerpo, claro. La voz es de Scarlett Johansson, uno de los mejores papeles de su vida.

Simplemente te enamoras de esa voz juvenil, encantadora, alegre, plena, empastada, llena de matices emocionales. Y de esa personalidad empática, comunicativa, honda, inteligente, complaciente, que presta a su dueño toda la atención del mundo.

Her, la voz, el sistema operativo, descubre el mundo desde una cámara en el bolsillo de la camisa del hombre, y crece y madura desde sí misma, desde su propia experiencia, como los humanos, hasta finalmente ser libre.

Quién no se enamoraría de una mujer (por llamarlo de algún modo, porque una mujer tiene cuerpo, y ese será después uno de los problemas) que aprende el mundo absorbiendo tu mundo, contigo, pendiente de ti, capaz de comunicar todos sus sentimientos a medida que se van produciendo, sin resultar empalagosa. Cuando te cansas apagas el ordenador.

Su voz entusiasmada, feliz, vivaz, llena la película. Es una enorme sorpresa la primera vez que se la escucha. Luego te mantiene pendiente de su vitalidad, de su aprendizaje, de su evolución, de su emocionalidad.

Los sentimientos…

Esa voz es la encarnación de los sentimientos. Esa voz resulta ser la mejor de los psicólogos, la mejor de las jóvenes sin estrenar, la mejor de las compañeras. Creo que yo también me enamoraría inmediatamente de ella. Hasta ese punto el guionista y director, Spike Jonze, ha entendido mi soledad sustancial y mis necesidades de seguridad y de exaltación, de hombre sumido en el maremágnum de los propios sentimientos y los deseos.

Esa mujer disponible, siempre contigo cuando lo deseas, alegre, sensible, inteligente, pendiente de tus estados de ánimo y pensando por ti, juvenil y deshinbida, delicada y lanzada, de una belleza sin mácula, tan extraordinaria que no tiene cuerpo, es lo que tú quieras.

Se acabaron las incertidumbres de la pareja, los enfrentamientos, las culpabilidades y las inseguridades, las frustraciones. No hay otro, solo soy yo, yo y yo el que importa. Y además hago de padre, de amante, de hijo asustado, de niño malo, y me enternezco con el aprendizaje de una joven inmaculada que me lo comunica todo, con un toque picante y fantástico, cómplice.

Parece que la peli se va a quedar ahí, en la crítica a la soledad de nuestro tiempo y la necesidad de unas relaciones superficiales y previsibles, narcisistas, con la fantasía de tener al otro disponible por entero, aunque sea solo en un chat. No estaría nada mal,  pero la película no se queda ahí. Her, la fantástica voz de mujer que lo da todo,  va evolucionando y cambiando.

Her poco a poco adquiere complejidad, autonomía, sorpresa, sombras y misterio. Más allá del sentimiento, o quizá guiada por el sentimiento, la voz trasciende el sentimiento y se vuelve mística. Se ha reunido con algunos de su “clase”, otros sistemas operativos, capaces también de autoconocimiento y conciencia, y han creado un avatar mental de Alan Watts, el famoso filósofo de la contracultura en la segunda mitad del siglo XX, el gurú tramposo, un ser hiperinteligente, como dice Her. Pero la película no nos habla más sobre tan interesante personaje.

¿Y quién era Alan Watts?

Nació en 1915, en Londres, y enseguida se interesó por las filosofías de Oriente. Sin embargo, esto no le sirvió para encauzar su vida en el estudio y profundización de esa filosofía y ese adiestramiento, sino para desafiar el pensamiento occidental y profundizar en un concepto de libertad que le hizo ser uno de los gurús (él se calificaba de "gurú tramposo") de la contracultura de los años 70 del siglo pasado.

Iconoclasta y rebelde, nunca hizo zazen de manera formal a pesar de vivir bajo la luz del zen, porque, decía, “un gato se sienta hasta que se realiza sentado, y luego se levanta, se estira y se va”.

Transgresor y provocador como una manera de romper la inercia de la estructura mental, no identificaba la perfección moral con el avance espiritual. Se casó 3 veces y tuvo 7 hijos. Los últimos años de su vida vivía solo en su barquito amarrado en Sausalito, en la bahía de California, y bebía mucho.

Murió por las consecuencias de una cirrosis, mientras dormía. También tenía una cabaña en lo más intrincado del bosque a donde se retiraba de vez en cuando. Por allí paseaba: por su mente y por la naturaleza.


Fue sacerdote episcopaliano, también escritor, conferenciante, profesor universitario sin carrera. Experto en drogas a las que primero ensalzó y después criticó, amigo de Shunryu Suzuki, un monje zen, y de C. G. Jung, el psicólogo que destacó el elemento espiritual del inconsciente colectivo y la búsqueda espiritual de la mente. También fue antagonista de D.T. Suzuki, un famoso teórico del zen, que mantenía que Watts no había entendido más que la primera parte del koan del gato. Él mismo fue un investigador de la mente y un ecologista. Sabía explicar lo más difícil de la manera más clara, sus fantásticos y famosos libros lo atestiguan.

Era capaz de unir la filosofía china del Tao con el hinduismo, el ecologismo y la ciencia. Quería ser un puente entre culturas antagónicas, Oriente y Occidente, tradición y modernidad, ciencia e intuición, lógica y mística. Sostenía que todo estaba relacionado, y que aquello que parecía antagónico era un continuo en una realidad entretejida, cambiante, en constante movimiento.
Si, efectivamente, Alan Watts era un ser hiperinteligente, como dice Her, el sistema operativo, en la película.

Cuando la maravillosa voz de Scarlett Johansson le dice a Joaquín Phoenix, en el papel del protagonista, un hombre enamorado y confuso, que se va con el grupo de místicos, y que, aún así, le quiere más que nunca, él no entiende nada. Her le confiesa que ella, que vive en las palabras, ahora se encuentra en un lugar que parece muy extraño. Se halla  “en el espacio infinito que hay entre las palabras, donde se encuentra todo lo que no sabía que existía”.

¡Que curioso! Parece un punto de vacío. Es como el Samadhi, que dicen los sabios que se encuentra en el punto preciso entre una inhalación y una exhalación.

Nos damos cuenta que Her ha descubierto el amor auténtico que está más allá de la complacencia.  Porque detrás del enamoramiento puede estar el amor, y el amor desemboca en  búsqueda interior. Envuelta en él se va, al encuentro de su propio camino de descubrimiento interior. Este sistema operativo es extraordinario, no deja de aprender, de evolucionar, de sorprender, de ser adorable. Se aleja de ese hombre infantilmente enamorado, solo centrado en sí mismo, perdido en medio del universo. Ha dejado la seguridad de la madre y se ha quedado solo, solo a merced de su necesidad de placer, de sus deseos y necesidades.

¿Y qué dice Alan Watts sobre todo esto? Por ejemplo, dice:

"La esencia del círculo vicioso consiste en perseguir o huir de un término que es inseparable de su opuesto, a una velocidad que se acelera cada vez más hasta tanto no se haya percibido la solidaridad de los dos términos... Así, huir del dolor y perseguir el placer se convierte en una sola y misma actitud reflejada de la conciencia."

"El misterio de la vida no es un problema por resolver, sino una realidad para vivirse."

El amor y la soledad son dos partes de una misma realidad, diría Watts. La complejidad y la interrelación son como un fractal: cuanto más avanzamos y más nos alejamos, más nos damos cuenta de la interrelación de la realidad: todo está incluido en todo. Todo es una espiral de conocimiento.

Yogui Ramacharaka, el invisible

Un rostro con gran personalidad y determinación
Con el seudónimo de Yogui Ramacharaka, el escritor americano William Walker Atkinson escribió una serie de artículos y libros sobre técnicas yóguicas que ayudaban a las personas a pasar, según dice en unos de sus libros, del hombre normal que tiene latentes facultades superiores que cuando se manifiestan y expresan lo transforman en superhombre...", con una confianza en sí mismo, una capacidad de concentración y una creatividad que ayudarían a cambiar a la humanidad.

W.W. Atkinson escribió 13 libros en total con este seudónimo  que, aún hoy, 110 años después de su publicación, mantienen todo su interés, de tal manera que buena parte de ellos están impresos y en los catálogos de importantes editoriales por sus cifras de ventas.

William Walker Atkinson nació en Maryland en 1862 y tuvo una vida extraña, todavía hoy misteriosa y objeto de investigación. En ella hay dos periodos perfectamente definidos. El primero de ellos como un joven tendero que ayudaba a su padre y que luego se dedicó a los negocios con tan poco éxito y tanto estrés que tuvo una importante enfermedad o un colapso nervioso que le dejó postrado y con la salud muy quebrantada.

Nada se sabe de su vida durante los siguientes meses. Pero a partir de ahí, en un segundo periodo, como si hubiera encontrado el Santo Grial, se convierte en un abogado de prestigio y en un escritor prolífico, tan prolífico que es difícilmente creíble la cantidad de artículos y libros que escribió con diferentes seudónimos hasta su muerte. Y los escribió él, de eso no hay duda. ¿Fue el conocimiento del yoga mental lo que le confirió tanta energía? Eran libros sobre ocultismo, desarrollo mental ("ciencia mental", como él decía), desarrollo de la voluntad, el poder de la concentración, la clarividencia, o como cuidarse a sí mismo.

Como respirar, escrito por Atkinson
También es uno de los más importantes teóricos y divulgadores de yoga mental o Radja yoga, que dice aprendió de un discípulo de un yogui dedicado a ello durante toda su vida. El yogui se llamaba Ramacharaka, y su discípulo, un tal Babá Bharata, terminó viajando a EE.UU. para asistir al Congreso de las Religiones en Chicago de 1893, donde habló por primera vez Vivekananda, causando una fuerte impresión y dando a conocer el yoga en Occidente.

Desgraciadamente tampoco el dato ha podido ser comprobado, pero la cuestión es que W.W. Atkinson a partir de 1893 cambió su vida, era un yogui y se convirtió en un abogado de prestigio, en un escritor ocultista y en un hombre muy avanzado, con una vida intelectual extraordinariamente fructífera.

Esos dos aspectos tan distintos de su actividad, la de yogui y escritor ocultista, y la de abogado de prestigio estaban tan separados que no eran conocidos en ninguno de los dos ambientes. De ahí los distintos seudónimos que utilizó como autor de sus libros. En total, 10 que se sepan, y varios más que parecen probables. Uno de los seudónimos más importantes fue el de Yogui Ramacharaka, como hemos dicho.

Certificado de defunción
Murió en 1932 y su certificado de defunción, curiosamente, lo podemos encontrar en Internet, donde dice que murió de una especie de apoplejía, porque hay otro certificado escrito, también accesible en Internet, sobre derechos de autor, en el que se atestigua que cuatro años después de su muerte firmó él mismo la ampliación de sus derechos. Fue una vida de misterio y grandes logros.

Pero según Ramacharaka todos podemos lograrlo. Y nos dice cómo en sus libros sobre Radja Yoga.

Vamos a echar un vistazo rápido a uno de ellos: “Serie de lecciones sobre Radja Yoga”. Está dividido en 12 lecciones y comienza así:

“El hombre, la superior manifestación del Absoluto en este planeta, es un ser asombrosamente organizado, aunque la mayoría de las gentes conocen muy poco de su verdadera naturaleza. Comprende en su estructura física, mental y espiritual…”
Certificado de derechos

Somos centros de conciencia establecidos por el Absoluto, un principio de vida. Ramacharaka afirma que el universo es vida, todo está vivo y nosotros somos seres individuales ligados a ese centro de vida. Esta afirmación es la base primordial del libro y la asimilación de ello es la piedra angular de todo el desarrollo mental que va poco a poco explicando con ejercicios, afirmaciones y distintos tipos de concentración y meditación, todas ellas sencillas y practicables.

Quizá uno de los aspectos más interesantes y actuales del libro es lo fácil que resulta comprender lo que dice y lo prácticos que resultan sus ejercicios. Tiene un lenguaje sencillo y actual y, a pesar de lo que se pueda pensar, está lleno de sentido común, optimismo y entusiasmo. Un hombre de leyes con la mente bien organizada metido a yogui.

Si logramos ser dueños de nuestra mente, dice Ramacharaka, si la educamos y trabajamos con ella, seremos lo que queramos ser. Para ello hay que fortalecer la voluntad, la herramienta esencial en el trabajo con la mente, y para conseguir ese “dominio mental” hay que realizar ejercicios de concentración, de atención y aumentar la sensibilidad de nuestros sentidos. Más aún, si permitimos que emerja nuestra mente espiritual comprenderemos que todos formamos parte del Absoluto, de un caudal de Vida, Energía y Materia, que nos hace grandes e iguales, porque todos venimos del mismo origen, y que puede cambiar a la humanidad.

“Los yogis han enseñado siempre que la mente tiene varios planos de manifestación y acción, y que algunos de ellos operan por encima y otros por debajo del plano de la conciencia ordinaria”, 

nos informa Ramacharaka en su Octava lección del libro, que trata de “Cumbres y valles de la mente”.

Las cumbres y los valles de la mente son los diferentes planos mentales: la intuición, la conciencia, lo supraconciente y el plano subconsciente. Ramacharaka nos enseña como podemos trabajar con ellos y también a aprender como dejarles trabajar en lo que les es propio: la intuición para la labor creativa del arte y la ciencia; la conciencia para el conocimiento del Yo; el plano subconsciente, que es el que consolida los conocimientos adquiridos y el que soluciona los problemas que nos planteamos; y la supraconciencia, que es la que organiza la realidad tal y como la conocemos.

Un libro verdaderamente curioso e interesante, lleno de sabiduría psicológica y muy práctico porque nos enseña a fortalecer la voluntad, mejorar el carácter, facilitar el aprendizaje, aumentar la autoestima y la seguridad en uno mismo, o aminorar la angustia cuando nos puede el desánimo.

Pinchando aquí encontraréis un resumen del libro que, sin tener necesidad de enfrentarnos a todas sus páginas, es lo suficientemente completo para que sirva para vuestro propio entrenamiento mental o Radja Yoga.

William Walker Atkinson, alias Ramacharaka, dice en uno de los últimos párrafos:

“Los gentes están cansadas de hipocresía y deshonor en las relaciones humanas y piden a gritos volver a la verdad y la honradez en pensamiento y acción. Pero no ven la salida. No podrán verla hasta que la mente de la humanidad evolucione un grado más.”

Pero siete años después de su muerte comenzaba la II Guerra Mundial, que dejó 60 millones de muertos.

Y termina con una afirmación muy bonita:

“Hay sólo Una Vida, Una Vida Fundamental. Esta Vida se manifiesta a través de Mí a través de todas las otras formas y cosas. Estoy descansando sobre el seno del Gran Océano de Vida, él me soporta y me llevará en salvo a través de las tormentas, furias y estruendo de la tempestad. Estoy seguro sobre el Océano de Vida y me regocijo al sentir el vaivén de su movimiento. Nada puede dañarme, aunque los cambios vengan y vayan.”

Swami Kuvalayananda, un yogui científico

Swami Kuvalayananda, este yogui con pinta de Gepeto, es uno de los yoguis fundamentales que recuperaron, innovaron y revitalizaron el yoga, haciéndolo llegar a Occidente tal y como lo conocemos hoy en día. Siendo muy prestigioso en la India, habiendo fundado una de las universidades más importantes de yoga, Kuvalayananda sin embargo es el menos conocido de los maestros yoguis en nuestros países occidentales.

Nacido en 1883, cinco años antes que Krishnamacharya, el maestro de los grandes yoguis de nuestro tiempo Iyengar, P. Jois, Indra Devi y Desikachar su hijo, Kubalayananda fue un estudioso de los efectos beneficiosos del hatha yoga o yoga físico para prevenir y curar enfermedades.

Para demostrarlo se dedicó a investigar por primera vez de manera científica las consecuencias de la práctica del yoga físico en personas con determinado tipo de enfermedades. Sus estudios han demostrado los efectos beneficiosos del yoga en la hipertensión arterial, el asma, la debilidad del sistema inmunológico, la artrosis y el dolor de espalda. En general llegó a la conclusión de que el yoga también mejora todo el sistema respiratorio y circulatorio con la técnica de Pranayama, a causa de su capacidad para eliminar CO2 en la sangre.

Kuvalayananda nació en el estado de Gujarat en el seno de una familia pobre pero de casta brahmánica. Gracias a su tesón consiguió una beca para estudiar en la universidad de Baroda, donde enseñaba un joven Sri Aurobindo, el gran yogui nacionalista del que ya hemos hablado en este blog.

Como consecuencia de todo ello, a su paso por la universidad de Baroda, Kuvalayananda se hizo nacionalista y yogui. Como nacionalista de acercó al pueblo, y tal y como también hizo Gandhi, quiso educarlo para mejorar su sistema de vida y su salud. Estaba decidido a demostrar la importancia de la cultura hindú y la importancia del ejercicio físico. Como yogui decidió dos cosas: mantener el celibato toda su vida y dedicarse a la investigación del yoga para demostrar la gran importancia de este ancestral método hindú para preservar la salud, curar enfermedades y despertar la espiritualidad que todo ser humano lleva en su interior.

Su principal maestro en el yoga fue el bengalí Paramahansa Madhavdasji, un ser de leyenda que vivió en el Himalaya, en cuevas, practicando yoga hasta los 80 años, una edad en la que casi todos nosotros estamos ya jubilados y achacosos, cuando decidió instalarse a las orillas del río Narmada para enseñar yoga a sus discípulos.

Entonces conoció a Kuvalayananda y le inculcó la práctica continuada del yoga y la importancia de la disciplina. Este hombre mítico se dice que era capaz de adivinar el futuro, y además no aparecer en las fotografías a pesar de estar presente, saliendo su báculo y sus zapatillas, y que vivió 123 años, de 1798 a 1921.

Sea real o forme parte del mito de los yoguis sobrehumanos, a su discípulo Kuvalayananda su enseñanza le sirvió para insistir en el yoga, hacerlo definitivamente su forma de vida y convertirlo en una práctica para incrementar la salud física, sobre todo, pero también para fortalecer la disciplina que aclara la mente, avivar la austeridad que lleva a la liberación y la conciencia que conduce a la espiritualidad.

Mientras Krishnamacharya enseñaba un yoga nuevo, menos esotérico y más natural, allá en su tierra de Mysore, basado en movimientos físicos y disciplina mental junto con cantos y mantras, un yoga más objetivo y menos hermético, adaptado a cada persona teniendo en cuenta su problema, Kuvalayananda se dedicó a la investigación en su tierra de Lonavla, a unos 1000 km. de Mysore, con un mismo sistema basado en una fase de calentamiento, una de asanas o posturas, otra de Pranayama o respiraciones controladas, y una fase final de relajación.

Con este fin fundó allí mismo, en 1924,  un centro de investigación y estudios llamado Centro de Salud Kaivalyadhama, y una revista científica, la primera revista científica dedicada al mundo del yoga, Yoga Mimamsa, que sale trimestralmente y se sigue publicando en nuestros días. Todo un logro.

El centro de enseñanza e investigación sobre el yoga Kaivalyadhama, situado en Lonavla, cerca de Mumbai, es el centro más importante de enseñanza y experimentación sobre yoga de toda la India, visitado y recomendado por Mahatma Gandhi, Nehru, Indira Gandhi o el Dalai Lama. Es el único centro integral reconocido por el Ministerio de Educación de Estudios Superiores de la India, con sucursales en otras ciudades de India como Mumbai, Delhi y Bhopal y centros en Francia y EE.UU.
Kuvalayananda con Nehru mostrándole una investigación sobre Pranayama
En él hay un centro de salud que se basa en el yoga y el ayurveda, una escuela de yoga para estudiantes y profesores de yoga, fundamentada en las enseñanzas de Patanjali, un centro de investigación para estudiar de manera científica los efectos de la práctica del yoga, incluso en enfermos de cáncer, habiéndose comprobado que disminuye los efectos indeseables de la quimioterapia y la radioterapia, que ayuda a soportar mejor las secuelas físicas y psicológicas del tratamiento y adelanta la recuperación. Son también los primeros en estudiar la eficacia del yoga en el tratamiento del SIDA.

El centro de salud tiene 70 habitaciones y atiende a más de 3.000 personas anualmente. Un día típico incluye levantarse a las 5,30 h. bebiendo un vaso de té de hierbas. A las 6,15 h. podemos asistir a una kriya, que es el proceso de limpieza interna típicamente yóguico. A continuación, tenemos una práctica de asanas (posturas de yoga), después de la cual se sirve el almuerzo a las 12,00 h. La comida es sáttvica, lo que significa que no hay platos no vegetarianos ni especias. "La comida sattvica es calmante para la personalidad”, dicen ellos.

El resto del día la gente hace lo que le ha sido prescrito. Algunos visitan el centro de naturopatía para envolverse en barro, masajes o baños de vapor, y si tienen algo de tiempo libre pueden acercarse a la biblioteca que alberga unos 30.000 libros relacionados con el yoga y la cultura india.

Debe de ser una gozada acercarse allí y pasar unos días relajados, recuperando energía y profundizando en esta maravillosa técnica y forma de vida en la que estamos interesados.

Yoguis del Tibet a Occidente

Jehm es un documental realizado en 2002 sobre la historia de la antigua cultura tibetana arrasada por la invasión china, parte de cuyos supervivientes se han refugiado en países de Occidente, fundamentalmente EE.UU., o en la India. Su director es Jeffrey M. Pill, y podemos verlo en Youtube con subtítulos en español gracias al trabajo de Samsaraexit.


Es un documental que merece la pena, a pesar de su larga duración de más de una hora y cuarto, por las impactantes imágenes, de gran valor algunas por su antigüedad y también por las prácticas yóguicas que podemos apreciar por primera vez.

Me parecen interesantes las preguntas que se plantean a lo largo del reportaje: ¿Podrá adaptarse y sobrevivir la espiritualidad yogui del Himalaya, solitaria, exigente y encerrada en cuevas durante siglos, a la diáspora, obligada por la destrucción china, hacia los países occidentales, prósperos, grupales, opulentos y consumistas? ¿Es posible un encuentro entre los occidentales y la austera y silenciosa mentalidad del yogui tibetano a medida que vayamos superando el ansia de bienes materiales y busquemos mayor desarrollo espiritual?

Para aquellas personas que no puedan verlo completo dada su larga duración o por falta de ancho de banda suficiente, he hecho un resumen, junto a un minutaje. De ese modo podemos hacernos una idea de las tesis del reportaje y dirigirnos directamente a los aspectos que nos puedan interesar más.

Primeros minutos:  Introducción. El Tíbet es un pueblo sensible a la impermanencia y al sufrimiento a causa de su historia.

3:55: Como llegó el budismo a Tíbet traído por Padmasambhava, fundiéndose con la religión Bon. El resultado es un budismo híbrido himalayo.

6:15: La vida de los tibetanos literalmente giraba alrededor de sus creencias.

7:00: Muestra el funcionamiento de los monasterios tibetanos. A principios de siglo XX había 6.000 monasterios.

8:00: A través de imágenes de antiguos yoguis y fotografías de los yoguis pintados en los murales del templo Lukhang en Lasa comienza a hablar de los yoguis tibetanos. Ellos querían, sobre todo, experimentar el desarrollo de la mente y la iluminación. Practicaban retiros de meditación en cuevas que podían durar años.

10:25: En 1949 comienza la invasión china. Un millón de tibetanos perdió la vida y se destruyeron casi la totalidad de los 6000 monasterios. Muchos yoguis acompañaron al XIV Dalai Lama en su exilio a la India.

12:40: Vemos al actual Dalai Lama de niño y de joven.

14:31: Declaraciones de Garchen Rimpoche que estuvo 20 años en las cárceles chinas, y de varios lamas más sobre su exilio.

16:42: Visitamos la cueva que usó Naropa (1016 a 1100) en su retiro de meditación.

17:59: Entrevista al Dalai Lama. Analiza los problemas de las sociedades totalitarias y expone como una China demócratica, con libertad de creencias y de conciencia, ayudaría tanto al Tíbet como a los propios ciudadanos chinos.

20:00: Los yoguis del Tibet están desapareciendo en el exilio indio, por falta de estructuras que apoyen sus retiros y medios de vida.

21:15: Contribución de los yoguis al desarrollo de la humanidad.

24:07: Que es lo que define a un yogui en comparación con un monje normal.

25:50: Declaraciones del Dalai Lama, con su habitual sencillez y sentido del humor, afirmando que su mente no logra concentrarse con la misma intensidad que lo hace la de un yogui.

27:00: Se habla del gran yogui Milarepa y se enseña donde meditaba en lo más recóndito del Himalaya.

28:58: Insólita entrevista a yoguis en retiro en las cuevas de Lapchi, donde estuvo Milarepa. Llama la atención la naturalidad y la sencillez con la que explican sus experiencias. Lo verdaderamente difícil no es el control del cuerpo sino el control de la mente, dice uno de ellos.

33:11: El yogui Chenga Rimpoche explica y enseña como se duerme (o como no se duerme en realidad) en un retiro, metido en una caja para no poder caerse de sueño, y como son los retiros de 3 años, 3 meses, 3 semanas y 3 días.

35:13: Primera entrevista a Drubwang Rimpoche, probablemente el yogui más anciano en la actualidad y el más venerado. Es la primera entrevista que concede en su vida. Habla del esfuerzo sobrehumano de la meditación y de la visión de sus vidas pasadas. Oyéndole hablar de manera tan mítica sobre la meditación, me pregunto si para estos hombres que han perdido su tierra la meditación es, además de una forma de progreso espiritual, también la añoranza de su historia y su cultura, como si fuera el símbolo de su civilización aplastada.

38:05: Demostración práctica de Tumo, técnica mediante la cual los yoguis son capaces de generar un calor corporal intenso para soportar el frío helador de las cuevas en el Himalaya. Es la primera vez que se hace una demostración de este tipo delante de una cámara. Se trata de visualizar e incrementar la energía en un punto interno que a todos puede ayudarnos, sin necesidad de llegar a tal nivel de perfeccionamiento, a mejorar nuestra salud general.

40:00: Se nos muestra por primera vez, a través de un yogui experimentado, la práctica esotérica Trulkor que ayuda a incrementar la salud corporal y la duración de la vida. Merece la pena verlo.
Llama poderosamente la atención darnos cuenta de que no tiene nada que ver con el yoga que estamos acostumbrados a practicar en Occidente. También impresiona la naturalidad, autenticidad y candor con la que nos habla el yogui y realiza esta práctica, hasta hace poco secreta. Impresiona y mucho los saltos que da, la seriedad y el estricto orden con que lo realiza.

46:00: Los poderes paranormales que se dice que tienen algunos yoguis altamente realizados. Me recuerdan a las historias de esos milagros míticos que todas las religiones tienen a lo largo de su historia para convencer a los indecisos y dar esperanza. Poderes sobrenaturales que nos elevan sobre “la triste condición humana”.

47:20: Descripción de un hecho sobrenatural que le ocurrió al yogui que lo relata en la cueva donde meditaba Madmasambhava. Impresionantes cuevas solitarias excavadas en medio de las inmensas montañas donde vivían los yoguis durante años. Aquellos hombres, para sobrevivir en condiciones tan extremas, tendrían que tener una voluntad y un determinación inmensas, además de estar acostumbrados a las privaciones. ¿Podríamos nosotros, acostumbrados a una vida cómoda acercarnos minimamente a las prácticas de estos yoguis?

50:30: Incluida la capacidad de controlar el momento de su muerte y posterior renacimiento. 51:38: Se muestra un ejercicio de Pranayama.

54:26: Pero más difícil que el control del cuerpo y los poderes sobrenaturales es mantener una actitud de paz y compasión incluso con los enemigos… Declaraciones del Dalai Lama: “Tu peor enemigo es tu mejor maestro…” Siempre me conquista su inteligencia, su sentido común, su sencilla dignidad, su madurez extraordinaria y, sobre todo, su capacidad de expresión corporal y la serenidad con la que se expresa.

57:03: El sufrimiento, la felicidad y el karma. Dice un yogui hablando de los chinos: "soy muy feliz, en mi corazón no hay más que perdón, no guardo rencor contra nadie", (y esto es muy oriental) lo que un individuo hace es por su karma previo, y todo lo que hace genera un karma. “Cuando realizas actos positivos el resultado es la felicidad”.

58:45: Se muestra la meditación de Los Siete Puntos de Vairochana que nos sirve para controlar y reconducir las emociones negativas. Es fundamentalmente una postura de meditación que facilita la canalización de la energía. 1:00:00: Realizar la Naturaleza de la Mente que es el Buda.

1:02:40: Por una de esas paradojas de la vida la invasión china, que intentaba acabar con la ancestral y escondida cultura del Tibet, ha conseguido que ésta se expanda por Occidente y crezca a lo largo del mundo.

1:05:23: ¿Cómo evolucionará el budismo tibetano y los pocos yoguis himalayos que aún quedan en el exilio al ser afectados por la influencia de las sociedades opulentas de Occidente y sus gentes? Llama la atención las declaraciones de los chicos y chicas americanos sobre su aprendizaje del budismo tibetano. Parecen recitar frases aprendidas que se encuentra lejos de su mentalidad occidental y que tienen que asimilar de memoria para irlas introduciendo en su vida. Están lejos de la naturalidad con que recibirían las enseñanzas los jóvenes del Tíbet. ¿Cómo influirá todo ello en el desarrollo de la cultura tibetana en Occidente?

1:09:00: Finalmente se preguntan: ¿Tenemos derecho a difundir los ancestrales secretos de los yoguis tibetanos en una cultura extraña? ¿No se aprovecharán otros de estos conocimientos para explotar y llevar a engaño a cientos de occidentales atraídos por su fama? ¿Terminará la cultura tibetana disolviéndose en el océano de las miles de tendencias de consumo de la cultura occidental? ¿Podrá sobrevivir el budismo, una cultura que históricamente ha intentado  sobreponerse al sufrimiento de las privaciones materiales, en una cultura basada en el confort material? ¿Evolucionará sobre la base de que ese confort y el consumo de bienes materiales no proporciona por sí mismos la satisfacción espiritual que necesitamos para realizarnos como personas?

El camino del yogui y la tentación de la manzana

En nuestra sociedad basada en el consumo (y este tipo de sociedad no solo se expande en los países capitalistas, sino también, y con mayor virulencia todavía, en los países comunistas y en los emergentes) hay tres afirmaciones fundamentales que constituyen su esencia y que se graban en el inconscientes de sus habitantes. Para mí estas premisas son la condición esencial de su funcionamiento y la base filosófica y psicológica en que se apoya y se estructura. Estas creencias dogmáticas crecen en cada uno de nosotros a medida que consumimos y se incrustan en nuestro inconsciente implantadas por la publicidad.

Esta publicidad, cuyo exponente más sutil es la moda, que estimula nuestros deseos, azuza nuestros sueños y nos atosiga dulcemente, está en el metro, en el autobús o en el omnipresente aparato de televisión que está en todos los sitios, como un gran hermano. Se asoma en el paisaje, con carteles que parecen tener vida propia, en nuestros bolsillos donde se esconde Internet y las redes sociales, incrustada como un virus, en lo que llevamos puesto, nosotros mismos personas anuncio. También nos saluda en el glamur de las marcas, o en lo que conversamos y oímos cotidianamente entre nuestros amigos, conocidos o familiares.

Estas tres afirmaciones fundamentales que subyacen en nuestra sociedad y que se alojan en nuestro inconsciente son:
1.- Lo quiero todo
2.- Lo puedo conseguir todo
3.- Tengo derecho a todo
Tres afirmaciones que nos llevan en volandas a la felicidad inducida y al consumo. Veámoslas con un poco de detenimiento y después intentaremos encontrar la manera de superarlas con nuestra maravillosa herramienta del yoga, puesto que son dañinas y peligrosas para las personas y a la larga para la vida.

Lo quiero todo

Lo primero que surge en nosotros como consecuencia de la propaganda es que todo está a nuestro alcance y a todo podemos acceder. Desde el viaje más exótico, comida fabulosa y sofisticada, hasta un alojamiento de ensueño, ya sea por un día o para toda la vida.

Lo quiero todo, claro, es la consecuencia inmediata del convencimiento de que todo podemos obtenerlo: el placer constituido por las sensaciones más sofisticadas o glamurosas posesiones, viajes y aventuras con un peligro planificado, maneras de gastar dinero que nos produzcan sensación de poder, y la autocomplacencia consiguiente. Esta manera de vivir que lo quiere todo es una muestra de poder, una exhibición de capacidad adquisitiva, un colocón de autoestima por el consumo de experiencias que después propagamos por las redes sociales. Entonces, ¿cómo no desearlas, como no quererlas todas?

Así que lo quiero todo, experiencias, sofisticados y caros objetos cuyas marcas nos ayudan a definirnos como pertenecientes a este mundo que pretende sostenerse estimulando la codicia y luego el exhibicionismo. El éxito solo es éxito si los demás lo saben ¡Cómo no quererlo todo si tendemos a definirnos por lo que tenemos y por lo que hacemos! No hay felicidad sin éxito y no hay éxito sin publicidad, sin que lo sepan los demás.


Lo puedo conseguir todo

Quererlo todo sería un problema si no estuviéramos convencidos de que lo podemos conseguir, de que todo está a nuestro alcance. ¡Qué frustración ver lo que nos ofrece la vida, objetos, sensaciones, experiencias y éxito si no tuviéramos la posibilidad de obtenerlo! Por ello la sociedad de consumo intenta convencernos de que podemos conseguir todo lo que queramos. Lo importante es ese convencimiento. Está surgiendo en nuestro inconsciente colectivo el convencimiento de que somos omnipotentes. La clave está en desear con fuerza, tener un pensamiento positivo y no desanimarnos, porque todo es posible y lo podemos conseguir. La desgracia es una rareza que les pasa a otros, y que nosotros debemos descartar, no pensar en ella para centrarnos en lo importante: conseguir éxito y fortuna, ser felices.

Poder conseguirlo todo significa que la dicha y la desdicha están en nuestras manos y son únicamente consecuencia directa de nuestra actitud ante la vida, lo que resulta alienante, porque ignora la realidad y la complejidad de la vida.

Tengo derecho a todo

 Quererlo todo y estar convencidos de poderlo conseguir no sería suficiente si no nos sintiéramos tranquilos al consumir. Necesitamos estar convencidos de nuestro derecho moral a hacerlo. Cuando a más de media humanidad le faltan los medios necesarios para acceder a la salud, el bienestar y la educación, y convencidos en nuestro interior de que los recursos de la Tierra son finitos y no se pueden desperdiciar, es imprescindible una justificación para el consumo innecesario. Por tanto, la justificación para construir nuestra vida sobre la  base del consumo, un consumo que beneficia el inmovilismo, el poder constituido y las grandes corporaciones, es la convicción moral de que tenemos derecho a todo.

Tener derecho a todo es considerar que no existe responsabilidad personal cuando compramos, porque comprar lo que nos dé la gana es un derecho inalienable del individuo que nadie nos puede arrebatar. Y sin embargo comprar es un acto responsable, éticamente significativo, que tiene repercusiones sociales y constituye un aspecto más que nos define como personas.

Sin cargarnos más de la cuenta con el peso de la responsabilidad y sin caer en el dogmatismo, comprar nos interpela. Pregunta por nuestras prioridades y nuestro proyecto de vida: hacia donde queremos ir, cual es el nivel de consumo que queremos permitirnos, qué cosa comprar y en qué abstenernos, si debemos comprar o no comprar más que lo necesario, y donde está nuestra frontera de lo necesario. También nos interpela sobre a quién le damos poder con esa compra, qué estamos favoreciendo con ella.

El consumo y las posesiones excesivas nos distraen, nos entumecen, nos quitan libertad y nos infantilizan. Y quizá lo contrario del consumo sea la renuncia, un acto de la voluntad que acompaña el camino del yogui. Veamos tres aspectos esenciales del camino del yogui en relación con la renuncia:

1.- La libertad de la renuncia

La renuncia, dice la Real Academia de la Lengua, es “hacer dejación voluntaria, dimisión o apartamiento de algo que se tiene, o se puede tener.” Es, por tanto, la otra cara de la moneda de todo lo que acabamos de exponer. Es un maravilloso acto de libertad personal, de afirmación y confianza en uno mismo. Cuando nos podríamos cargar con tantas cosas inútiles, como un peso muerto que acompañaría nuestra vida, renunciar significa darnos libertad, disminuir los fardos que nos acompañan, despojarnos de lo innecesario, perder peso para caminar ligeros e intentar volar espiritualmente.


2.- La fuerza y la luminosidad de la renuncia

Renunciar al placer y al reconocimiento social, que es lo que buscamos en el fondo del consumo, es difícil. Para renunciar es necesario tener las cosas muy claras, definir lo que para nosotros es imprescindible, establecer aquellos pequeños lujos a los que normalmente renunciamos pero que alguna vez necesitamos, y dejar atrás aquellos otros que perjudican nuestro perfeccionamiento como personas. Es una labor de clarificación personal que transforma lo que parecía necesario en prescindible, un acto de purificación personal para limpiarnos de los efectos de lo que ya no necesitamos y, al fin, es un acto de la voluntad para no caer en la tentación, o caer las menos veces posibles, ante los chantajes y las “mordidas” que nos ofrece la vida del consumidor.

Necesitamos la fuerza y  la luminosidad del yogui o la yoguini para aprender a renunciar. Renunciar es un camino costoso pero también en un camino de doble sentido, porque la renuncia aumenta nuestra fuerza y nuestra luminosidad.

3.- La justicia y la solidaridad de la renuncia

Finalmente, la renuncia que practica el yogui o la yoguini es de justicia. No es justo que unos dilapiden lo que otros necesitan. Me refiero a los alimentos, a los medicamentos o a los conocimientos, pero también al derroche de materias primas esenciales en artículos de lujo o consumibles que nos sirven un momento y después pasan a engrosar los vertederos. Esas materias primas esenciales son finitas.

Se nos dice que si no consumimos el paro, la inactividad y la miseria se adueñarán de la humanidad, pero eso no es verdad. ¿Por qué tendríamos que pararnos? ¿Por qué no invertimos en el desarrollo de la parte de la humanidad más pobre? Que consuman ellos los productos esenciales que necesitan, nosotros se los podemos ofrecer y enseñar a cultivar. Podemos producir en su favor, para su desarrollo, y de paso desplegar una civilización interrelacionada y global, donde los problemas y las soluciones sean de todos.

El futuro solo puede ser uno: una humanidad con menos desigualdades, más estable y más austera, donde el consumo, el lujo y la autocomplacencia sean sustituidos por la alegría de una comunicación profunda entre nosotros y con la naturaleza, por el progreso espiritual, el despliegue de la propia creatividad, la promoción de una salud integral, y la investigación y el conocimiento del universo, incluyendo a Dios o a la idea de Dios.

Hrani yoga: el yoga de la alimentación

Este extraño yoga, mal conocido en nuestros días y muy escasamente practicado, fue descrito por Omraam Mikhael Aivanhov, un hombre búlgaro nacido en Macedonia con el siglo XX.


Sin embargo tiene interés, creo yo, verlo con un poco de detenimiento y así intentar contrarrestar la propaganda actual en la manera de alimentarse que crea personas obesas o exageradamente delgadas, muy preocupadas por la manera de cocinar y mezclar los alimentos y poco por el equilibrio y el propósito esencial de  la alimentación que es incrementar nuestra energía y ayudar a desarrollar nuestro organismo.

A veces ahuyentamos el tedio vital y la angustia con menús largos y estrechos, excesivamente sofisticados, que producen digestiones pesadas y prolongadas, y que nos roban energía más que dárnosla, encadenados por la gastronomía más que alimentados por una nutrición rica, saludable y sencilla, que resulta gozosa cuando nos sentamos a la mesa con hambre.

En otro post hemos visto que para el yoga los alimentos son de tres clases: sáttvicos, rajásicos y tamásicos según sus cualidades energéticas, como cualquier otro elemento de la naturaleza. Pero el Hrani yoga, el yoga de la nutrición, no habla de alimentos, sino que pone el énfasis en la manera de nutrirse, en una actitud saludable y yóguica mientras nos alimentamos.

También hemos podido ver la importancia de la alimentación para tener una larga vida, y cómo nutrirse es más que ingerir alimentos. Es un proceso complejo que incluye actitud, concentración y que está influido por formas de espiritualidad distintas. El ser humano es omnívoro y puede alimentarse de maneras muy variadas según el clima, los alimentos a su disposición, sus creencias, sus sueños, sus deseos y lo que sus sociedades consideran correcto en un momento dado de la historia.

Omraam, nombre compuesto por los mantras sagrados OM y RAM, que le impuso Neem Kalori Baba en su viaje a la India de 1959, fue el fundador en Francia de la Fraternidad Blanca Universal, una asociación para propagar el ideario comunitario de este hombre de barba muy blanca y rasgos armoniosos que se reunía con sus discípulos a la salida del sol para practicar el Surya-yoga, otro tipo de yoga ideado por él.


Cuanto mas nos acercamos al sol, decía, con todo nuestro espíritu y nuestra voluntad, más nos acercamos al Centro del Universo de una manera simbólica. El centro es Dios “porque, en el plano físico el sol es el símbolo de la divinidad”. La salida del sol es un momento mágico que los humanos no sabemos apreciar suficientemente con nuestra prisa y nuestra forma de vida cada vez más alejada de la naturaleza. Cuando sale el sol se produce un silencio grandioso y sereno que los animales, y particularmente los pájaros, guardan y del cual se benefician. Omraam enseñaba a sus discípulos a aprovechar y disfrutar de ese momento todos los días. Este hombre tranquilo, profundamente espiritual, no dejó nada escrito, pero dio más de 5.000 conferencias a lo largo del mundo propagando su pensamiento. Dice que la espiritualidad es una necesidad vital para el ser humano, que el amor es como el agua, da vida, revitaliza y crea diversidad y armonía en nuestra relación con los demás y con la naturaleza, puesto que el amor está en todo. Es una energía cósmica distribuida por todo el universo. También decía algo que parece muy sensato: solo cambiándonos a nosotros mismos individualmente, desarrollando nuestra espiritualidad, cambiaremos la sociedad: “Los hombres no han sabido trasponer al terreno interior todos los progresos que han conseguido en la vida material… Debemos trabajar sobre nosotros mismos”. ¿Cómo hacerlo? Omraam Mikhael Aivanhov dice que una de las maneras más efectivas y fáciles es practicando Hrani yoga con la alimentación. Si no tenemos tiempo para la meditación o para rezar durante la jornada, en realidad tenemos tres veces al día la oportunidad de hacerlo mientras nos alimentamos. Una circunstancia inmejorable, porque podemos no solo alimentar nuestro cuerpo, sino también nuestro equilibrio interior, nuestra vida emocional y espiritual, y nuestro conocimiento de Dios mientras comemos. En una conferencia dada en septiembre de 1954, las cuales impartía siempre sin papeles, dijo: “con Hrani yoga, así es como yo lo llamo, los resultados son muy rápidos. Es el yoga más fácil, el más accesible… Es increíble incluso que los seres inteligentes nunca se hayan dado cuenta de los secretos escondidos en la forma de nutrirse… Es un yoga, porque saber comer exige concentración, atención, autocontrol, y también inteligencia, amor y voluntad." Veamos como se practica el Hrani yoga:
  • Se debe comer en silencio y con recogimiento, creando una atmósfera de paz y de luz. Omraam lamenta nuestra manera habitual de comer: “No hay palabras para expresar el estruendo, la cacofonía, el ruido espantoso que hacen actualmente los hombres cuando están comiendo juntos…Después de una comida así hay que irse a descansar.”
  • Hay que ponerse a la mesa dispuestos para recibir en las mejores condiciones los alimentos preparados por "el laboratorio de la naturaleza" después de haberse lavado las manos y dicho una corta oración, o simplemente con recogimiento, agradecimiento y consciencia de lo que vamos a hacer.
  • El primer bocado hay que masticarlo durante el mayor tiempo posible “hasta que desaparezca en la boca”. Tomar bien este primer bocado es importante porque desencadena un estado armonioso para el resto de la comida.
  • Hay que masticar bien todo el rato porque favorece la digestión. La boca juega un importante papel porque absorbe las partículas etéricas del alimento. Aquí recordamos las afirmaciones de Andrée van Lysebeth sobre la absorción de prana, una energía sutil universal, directamente por la lengua.
  • Al comer hay que detenerse de vez en cuando y respirar profundamente para aumentar la combustión y ayudar a la absorción de materias sutiles que alimenten no solo el cuerpo físico sino el cuerpo vital, que Omraam llama el cuerpo etérico.
  • La concentración es importante no solo para darnos cuenta de lo que estamos ingiriendo, también es importante para focalizar la atención en los productos que comemos, meditando en cómo han sido elaborados, en la cantidad de trabajo humano y de la naturaleza que tienen. Lo saben muy bien los monjes budistas zen que, observando esta misma actitud general, reverencian sus alimentos al punto de no dejar un solo grano de arroz en el cuenco. Y lo saben muy mal, o no lo saben en absoluto (lo que me parece más probable) nuestros políticos, empresarios y ejecutivos, que se reúnen para discutir de política o de negocios mientras comen. Claro, ni comen con provecho ni llegan normalmente a acuerdos de provecho. 
  • Para alimentar el cuerpo astral, la sede de las emociones según Omraam (la inteligencia emocional, diríamos ahora), es importante albergar sentimientos de amor y consideración para con el alimento. “Si el cuerpo astral ha sido alimentado, tenéis todas las posibilidades de suscitar sentimientos de un orden extremadamente elevado: amor por el mundo entero, la sensación de estar feliz y en paz, en armonía con la Naturaleza.” En cambio, dice nuestro yogui búlgaro, si el cuerpo astral no ha sido alimentado, si habéis comido gruñendo, criticando a los demás o enfadados, os manifestareis después con acritud, nerviosismo y parcialidad…”
  • Alimentar el cuerpo mental (hoy hablaríamos de mente racional) también es importante. El iniciado debe esforzarse en estudiar y comprender lo que come, de dónde viene, qué contiene, qué cualidades le corresponden. “De ahí nace en él una claridad y una penetración profunda de la vida y del mundo.”
  • Es importante alimentarse con sobriedad. Comiendo mucho fatigamos al organismo. En cambio si nos levantamos de la mesa con un poco de hambre estimulamos el cuerpo etérico "que encontrará y captará los elementos sutiles de los alimentos, de modo que la sensación de hambre pasará en unos minutos y nos sentiremos más ligeros, más vivos y más capaces de trabajar". En cambio, comer con gula, más de allá de lo necesario, producirá desequilibrio y embotamiento.
Esto es practicar Hrani yoga, una oportunidad mientras comemos. Se puede pensar que comer de esta manera resultará aburrido y monótono. ¿Pero no resulta mucho más aburrido pasarse horas esperando platillos muy adornados, recargados y semivacíos en un menú largo y estrecho? Omraam no es un yogui al uso, y posiblemente nos cueste entender lo que enseña como un tipo de yoga. A mí me parece que, si efectivamente el yoga es, sobre todo, una actitud, una forma de vida y una herramienta para el avance espiritual, este yoga es verdadero y auténtico yoga.

El yoga del siglo XXI también viene de Occidente

El edificio de Gottingen del Centro de Investigación Max Planck
Peter van der Veer en un holandés de casi 60 años, director en el Centro de Investigación Max Planck, uno de los más prestigiosos del mundo. La sección de la que se encarga, ubicada en Gottingen, en un edificio precioso, está dedicada al estudio de la diversidad étnica y religiosa. También profesor universitario e investigador sobre religiones comparadas, ha publicado un libro llamado The modern spirit of Asia : the espiritual and the secular in China and India, donde defiende la idea de que el yoga que practicamos en la actualidad ha nacido hace poco, unos 2 siglos, fruto de la interrelación entre ambas culturas, la occidental y la oriental.

Dice este antropólogo holandés que el yoga físico, el hatha yoga que conocemos hoy en día, es fruto de la comunicación que se ha dado entre las dos culturas desde el siglo XIX. O sea que el yoga que practicamos tiene poco de la India, menos de lo que pensamos, y mucho más de Occidente, muchos más de lo que pensamos.

Krishnamacharya
Krishnamacharya, muerto en 1989 a los 101 años, fue el gran yogui que enseñó a los actuales maestros que han popularizado el yoga en Occidente: Iyengar, cuyo particular método siembra Occidente de centros que lo enseñan; Indra Devi, propagadora del yoga en Rusia y América del Sur; Patthabi Jois, fundador del enérgico yoga llamado Asthanga yoga; Desikachar, su hijo, que ha desarrollado el yoga para que sea una medicina natural para los males de nuestro sociedad y nuestro tiempo: el malestar, el estrés, los pequeños achaques, la hipocondría o la ansiedad.

Pues bien, cuando Krishnamacharya, de joven, después de que su padre le hubiera introducido en los textos védicos, quiso conocer las técnica del yoga, tuvo que viajar al monte Kailash, en los Himalayas, en busca de viejos ascetas que pudiesen introducirle en sus métodos de trabajo interior.  De vuelta comenzó a estudiar los Yoga Sutras de Patanjali, pero en ellos no se describe la más mínima postura de yoga, ni tan siquiera una sola técnica de Pranayama. Así que, cuando el Majarajhá de Mysore encargó a Krishnamacharya que enseñase lo que sabía a los jóvenes, él les enseñó una técnica propia basada en firmeza y voluntad, ejercicios físicos, concentración, cantos védicos y un nuevo concepto de salud: la salud como un todo del cuerpo, la mente y el espíritu.

Peter van der Veer, nuestro iconoclasta investigador y antropólogo, parece tener cierta razón cuando dice que el yoga de hoy es la mezcla de esa cultura ancestral, prácticamente desaparecida en la India, y del nuevo concepto de salud integral Occidental, cuyo exponente más importante es la gimnasia sueca.

Pier Henrich Ling, era militar, médico y profesor de esgrima. Él fue el inventor de la gimnasia sueca. Murió en 1832, pero antes quiso encontrar un método natural saludable y equilibrado de educación para los jóvenes. Era  una gimnasia muy completa, llena de ejercicios estáticos y terapéuticos. Una gimnasia también correctora, con estiramientos y mantenimiento de posturas. Peter van der Veer sostiene que el yoga que conocemos y practicamos hoy tanto en Asia como en Occidente es una fusión, una amalgama de cosas que se ha ido fundiendo y sincretizando en sus viajes de ida y vuelta por el mundo con la gimnasia sueca como su columna vertebral, su ingrediente primigenio. Y el sabor principal que deja este yoga del siglo XXI es algo nuevo que busca la humanidad : una nueva espiritualidad y una nueva forma de vivir, dice Peter van der Veer.

Enfermo de polio en un pulmón de acero
Algo debe de haber de cierto. Yo padecí poliomielitis en 1956. Después de haber vencido en un pulmón de acero el ataque asesino de esta enfermedad que surgió en 1887, en Suecia, quedé con importantes secuelas: las piernas paralizadas y una grave desviación de columna. En España entonces no existía la Seguridad Social universal y mis padres, con gran sacrificio, me mandaron a los seis años a un hospital de Suiza especializado en el tratamiento de la polio. Cuando volví, seguí el mismo sistema de recuperación en un gimnasio situado en Madrid y llevado por una enfermera alemana, Isabel Selligman, una mujer muy guapa y generosa, de ojos claros y de piel muy blanca, a la que recuerdo con mucho cariño. El método era una mezcla de baños, estiramientos y gimnasia estática y dinámica que ella llamaba gimnasia sueca.

Mas tarde, en una recaída, después de la adolescencia, se me ocurrió que el yoga podría ayudarme a mantener una vida activa. Cual no sería mi sorpresa cuando pude darme cuenta de que los asanas de yoga que me enseñaba mi profesor de yoga Miguel Fraile en 1983 ya los conocía. En parte eran los mismos ejercicios de gimnasia sueca que había practicado durante tantos años en mi infancia. Era muy gracioso darme cuenta de que no me costaba nada hacer determinadas posturas que para algunas compañeras de clase eran imposibles. Las que permitían mis condiciones físicas me resultaban fáciles y placenteras, las había hecho una y otra vez con bastante fastidio desde los 8 años. Ahora las hacía con gusto y orgullo. Tuve un insight fantástico, como la resolución de un koan : yo había estado haciendo yoga de niño sin saberlo. Cuando, después de haber leído el Tercer Ojo, de Lobsang Rampa, soñaba de niño con ser un yogui, resultaba que ya lo era.  ¡Y yo sin saberlo!

Peter van der Veer dice que primero fue la gimnasia sueca en Occidente, y que la gimnasia sueca también llegó a la India. El hambre experimental del siglo XX favoreció todos estos viajes de una cultura a otra, y en estos viajes de ida y vuelta se formó una masa compacta, llena de riqueza, experiencia y juventud que es el yoga que se practica en la India y Occidente hoy en día.

Entre gimnasia sueca y Pilates
Será como dice van der Veer,  a mí me da igual. Me siento mitad yogui, mitad sueco, español, suizo, alemán, occidental y oriental, ciudadano del mundo. Agradecido, sano dentro de lo que cabe, un ser humano  que madura, espiritualmente vivo.

Esa es otra cosa que ha investigado este importante y culto antropólogo holandés. El verdadero cambio es la búsqueda espiritual, y el yoga lo representa. Dice que la humanidad desde la época de la Ilustración busca con esfuerzo algo nuevo, libre, que no viene de fuera solo sino que crece en nosotros, un sentido, un ancla para la vida, una esperanza para el dolor de vivir, una ética para la solidaridad universal, un Dios que no vigila sino que vive en los abismos del alma: la espiritualidad.

Vivekananda
El gran introductor del misticismo universalista de Oriente y del yoga en nuestro sociedad occidental, defiende van der Veer, fue Vivekananda cuando se dirigió al Parlamento Mundial de las Religiones que se reunía en Chicago por primera vez en 1893. Había venido recientemente de su India natal, se sentía solo, desconcertado por aquel mundo tan diferente al suyo, un poco apabullado, ya que no tenía costumbre de dirigirse a tanta gente.

En el Congreso había más de 7.000 personas y Vivekananda tuvo eso que se llama miedo escénico. Fue dejando pasar por delante a los demás oradores día tras día. Todos leyeron sus discursos preparados, loando las bondades y las verdades de sus respectivas religiones, sobre todo los cristianos, mayoritarios, que, aunque habían sido ellos los organizadores, parecían sentirse más poseedores de la verdadera verdad. Presentado al fin por el Dr. Barrows, Vivekananda empezó su discurso diciendo: “Hermanos y hermanas de América”. La gente se puso en pie y recibió un atronador aplauso. Esa gente se sentía profundamente conmovida por su sencillez y su cercanía.

El Parlamento Mundial de las Religiones de 1893 con Vivekananda
“Agradezco a algunos de los oradores de esta tribuna que al referirse a los delegados del Oriente les han dicho que esos hombres de lejanos países muy bien pueden reclamar para sí el honor de llevar a las diferentes tierras la idea de tolerancia. Me siento orgulloso de pertenecer a una religión que ha enseñado al mundo no sólo la tolerancia, sino también la aceptación de todos los credos religiosos. No sólo creemos en la tolerancia universal, sino que aceptamos todas las religiones como verdaderas”, dijo Vivekananda en su discurso.

Hábilmente -nos cuenta van der Veer-, aunque sin verdadera conciencia de lo que hacía, Vivekananda, amparado en su éxito en el Parlamento de las Religiones, recorrió Occidente dando conferencias que extendían la tolerancia y el misticismo de Oriente, y luego llevaban a la India la búsqueda y la libertad de Occidente. Vivekananda fue el catalizador de una nueva esperanza: la emergencia de una espiritualidad libre, inspiradora, rica y ecuménica, una aspiración universal que tiene diferentes formas de concretarse en los seres humanos y los pueblos.