Eso es lo que le pregunta Apo, su maestro, a Thasin, el protagonista de esta honda película que indaga sobre el deseo, el sexo, el sufrimiento, la espiritualidad y el propio destino.
No son pocas cosas, desde luego. En el contexto de la naturaleza árida del Himalaya, tenaz, de una belleza desnuda muy espiritual, se desarrolla esta historia llena de detalles y delicadas digresiones, como las imagenes de la estepa majestuosa y aparentemente yerma, o el viento omnipresente como si fuera el aliento de Dios.
Podemos verla en Internet gracias a Norma Noemi, aunque sus subtitulos en castellano no siempre son una buena traducción. Si os gusta, merece la pena adquirirla y disfrutarla en pantalla grande, con todo detalle.
Thasin es un joven monje confinado en un monasterio desde niño, que acaba de cumplir su ordenamiento final con una larga meditación que ha durado 3 años, sentado en la posición del loto en el interior de una cueva. “Creo que has ido demasiado lejos”, le dice su maestro cuando echa abajo la puerta de la cueva.
Entumecido, el cabello largo como el de un penitente, incapaz de moverse, con una debilidad extrema, sin embargo está en éxtasis. Es muy bonito como Pan Nalin, el director de la película, nos lo muestra con pinceladas mínimas, casi sin palabras. Thasin, victorioso, ayudado por los cuidados y la admiración de sus hermanos monjes vuelve al monasterio mientras se extasía a lomos de un caballo mirando el verde intenso de una hoja.
Sin embargo Thasin no termina de recibir los honores que corresponden a su gran hazaña porque el sexo, el deseo, el instinto se interponen en su camino. En un ejercicio inverso al que debería ser el habitual Thasin, enamorado, confuso y emocionado, vivo y extasiado por una mujer bellísima y dulce se va al mundo desde el monasterio tibetano donde ha pasado su infancia y parte de su juventud.
Nada ni nadie le convencen de lo contrario. Ni la visita a la cabaña, suspendida del abismo, donde vive un viejo asceta que le muestra cómo la distracción del sexo, que oculta la muerte, en un juego obsceno, embriagador y extraordinario. Ni tampoco el silencio afligido de su maestro que sabe que no es posible escapar siempre a la tentación cuando no se ha vivido en el mundo.
Thasin huye del monasterio para ver ese mundo y amar a aquella mujer de labios gruesos, de mirada compasiva y al mismo tiempo ardiente. Se integra al mundo en una aldea de campesinos, se vuelve un líder con dificultades para aceptar la realidad de la injusticia que existe desde tiempos inmemoriales, se casa y tiene un hijo con su amada. Se deja llevar por un sexo pacífico y afable con su mujer, y luego es infiel, hipnotizado por el sexo emocionante y teatral de una sensual joven mujer que le busca.
Le pasan cosas, va cumpliendo los deseos que todos llevamos dentro, se pierde en su búsqueda, en la insatisfacción, está triste, siente nostalgia.
Una noche, igual que hizo Siddharta Gautama, el que luego sería el Buda, abandona a su familia mientras duerme, sin tan siquiera despedirse. Ha ido perdiendo la luz, la ilusión y la propia verdad. Quiere volver al monasterio. En el camino mira otra vez una hoja, y la tira sin ver nada, hastiado, con los sentidos sucios. Luego se baña en el mismo río que la primera vez, ahora para dejar atrás el mundo, y se afeita la cabeza desprendiéndose de la melena, crecida durante estos años. Va solo, vestido de monje, huyendo quizá, o listo para conquistar un solo deseo, como le sugería su maestro.
Justo en la valla de piedra que delimita el monasterio le está esperando Pema, su mujer. Parece que viene a buscarle, o quizá a reprocharle que huya, pero en realidad lo que hace es cuestionar su renuncia, su facultad para escoger su destino y abandonarlo todo y a todos. Mientras gira alrededor de su marido Pema le pregunta si Siddharta tenía derecho a dejar como lo hizo a Yashodhara, su esposa, para encontrar la iluminación. Le pregunta si la renuncia de Yashodhara, que no pudo elegir, no era en realidad una renuncia mucho más real que la del príncipe Sidharta, que eligió su destino. ¿Tuvo en cuenta el príncipe Siddharta el sufrimiento, la soledad y la amargura de Yashodhara?
Pema, rodeando la figura sollozante y triste de Thisan, concluye: "Dejar a la familia y a su propio hijo para seguir su camino solo es capaz de hacerlo un hombre, Thisan, solo un hombre".
Esta preciosa película nos enfrenta a dos formas de saciar el hambre espiritual del ser humano: una de ellas trata de dar sentido a la propia vida asumiendo las responsabilidades cotidianas, dedicados a atender lo que la vida nos traiga, formando una familia o atendiendo a los demás, cumpliendo unas obligaciones con bondad, sencillez y entrega; la otra busca la excelencia, la iluminación sublime, ir más allá, apagar la sed de perfección y de Dios renunciando a la tierra, a los lazos, incluso a las propias obligaciones y a la propia responsabilidad si estás no nos permiten culminar nuestro anhelo.
¡Qué contradicción más dolorosa tener que ser cruel para ser compasivo; tener que ser injusto para seguir la propia necesidad interior de justicia! ¿Será que es necesario, como le pasó a Buda abandonando a su familia, o como a Gandhi, tan duro con sus hijos? ¿O será que son historias de hombres y por eso han sido así? ¡Qué difícil es a veces ser plenamente humano!
No estoy muy seguro, pero la película parece decantarse por una de las dos opciones, yo creo que también puedo decantarme por una. Decidme, ¿qué os parece a vosotro/as?
En verdad es difícil contestar a la pregunta de si es mejor cumplir todos los deseos o conquistar solo uno, sobre todo porque a lo largo de la vida lo que hacemos es intentar cumplir todos los deseos, satisfacerlos. Parece algo implícito al ser humano, como si fuera inconcebible no desear y, además, que se cumpla. El precio es el sufrimiento que implica la inseguridad de si se cumplirán o no nuestros deseos, el no conseguirlos, o el conseguirlos y darnos cuenta de que aquello que pedíamos no era lo qué queríamos, y seguir deseando porque nunca estamos satisfechos y, cuando un deseo culmina, otro está a la espera de ser alcanzado. Creo que esto es entrar realmente en la rueda de samsara y girar y girar en ella hasta marearnos.
ResponderEliminarPor el contrario, conquistar solo uno es salirse de la rueda, despreocuparse de desear, de tener, de cuidar, de proteger, de defender, no hay nada que ganar y no hay nada que perder, todo está en su sitio. Esta conquista conlleva la batalla con uno mismo, de ahí que cuando se refiere a todos los deseos hable de cumplir, y cuando se refiere a uno sólo de conquistar. Esta conquista nos hace desapegarnos del propio deseo, sea cual sea, es la liberación del samsara.
Aunque personalmente opto por conquistar solo uno, entiendo que no es fácil centrarse en ello, enfocar con la menor distracción posible, marcar una tendencia hacia una meta que requiere adiestramiento, disciplina, voluntad, discernimiento y desapego, ingredientes aún más difíciles en estos tiempos que corren, pero de obligado cumplimiento si queremos conquistarnos.
Gracias por tu largo comentario. Además, te mojas, Mu: conquistar un deseo, un solo deseo que es en realidad un anhelo espiritual. Gracias por tu respuesta.
EliminarLuego viene como hacer esto: ¿En el mundo, con una familia? ¿En un monasterio, habiendo dejado todo? La peli no lo deja muy claro...