Naylín Nuñez la persona responsable de Yoga es +, un buen blog sobre yoga, me pidió una colaboración, y lo hice con este artículo que aquí reproduzco.
Soy un hombre que lleva practicando yoga físico y mental desde hace 29 años. Una rareza. Los primeros 15 años lo hacía en un centro de yoga, uno de los más antiguos de Madrid, dirigido por el Doctor Miguel Fraile. Luego seguí practicándolo en mi casa, cuando conseguí tener un espacio suficiente para poder tumbarme en el suelo.
También practico yoga mental, ejercicios de concentración, visualizaciones alguna vez y meditación Vipassana con regularidad. Terminé enseñándolo en la Asociación de Yoga Cuatro Caminos durante un tiempo.
En todos estos años mis compañeras de clase y mis alumnas han sido en su gran mayoría mujeres. Al principio, cuando llegué al centro de yoga Asanga me sentía extraño en medio de la sala, el único aprendiz de yogui entre tantas aprendices de yoguinis, y celebraba cuando algún hombre se apuntaba a clases. Pero, por unas razones u otras, este duraba poco. Me pasó lo mismo en mi etapa de profesor de yoga mental, la mayoría de mis esforzadas alumnas eran mujeres de mediana edad.
Krisnhamacharya admitiera por primera vez oficialmente alumnas en sus clases, gracias a la insistencia de Indra Devi, las mujeres se han ido convirtiendo en las mayores ejercitantes de hatha yoga. Y sigue siendo así, al menos en occidente. En la India, cuna del yoga, los sadhus y maestros de yoga son mayoritariamente hombres. Esto nos indica que seguramente hay también una razón cultural para explicar esta cuestión, aunque ahora no entraremos en ella.
¿Qué hace que las mujeres se entusiasmen tanto con el yoga? O, al contrario, ¿qué hace que los hombres sean tan reticentes a la práctica del yoga? Antes convendría preguntarse si es solo con el yoga u ocurre en todas las actividades que hoy en día se ofrecen para mejorar nuestra vida, ya sea como autoayuda o simplemente para desarrollar una buena cultura del ocio. La respuesta es que no ocurre solo en la práctica de yoga.
Las mujeres nutren cursos de aprendizaje de diverso tipo, viajes, ofertas de distintas experiencias de autoconocimiento, psicológicas o de desarrollo de técnicas corporales, masajes, terapias alternativas, etc. Los hombres, salvo honrosas excepciones, como dice mi hija, siguen teniendo como principal actividad de ocio bares, algunas sociedades gastronómicas, varios deportes de riesgo o de equipo de gran dinamismo, y los estadios de futbol, seguidos muy de cerca ya por las mujeres.
¿Es superior la curiosidad de ellas o el deseo de comunicarse y tener experiencias distintas en grupo? Podría pensarse que la práctica del hatha yoga, que armoniza el cuerpo, adelgaza y fortalece, sería una buena motivación para las mujeres, preocupadas con frecuencia por su figura, pero no es siempre así. También son inmensa mayoría en la práctica de yoga mental, donde el cuerpo tiende a ser algo maltratado por el tiempo de inmovilidad, que puede volver gordos y con una barriga búdica a los que lo practican durante un tiempo prolongado.
A los hombres nos resulta en general difícil expresar verbalmente emociones y nuestro grado de introspección es con frecuencia “tan profundo” que permanece en el fondo de simas abisales imposibles de transitar por otro que no sea el propietario de tales emociones, y no siempre. Cuando hay un problema con implicaciones psicológicas, y todo problema termina teniendo implicaciones psicológicas, los hombres prefieren la acción inmediata para solucionarlo, a veces incluso de manera prematura, y las mujeres hablarlo, comunicarlo y darlo vueltas verbalmente, a veces hasta sentirse abrumadas. Los hombres tienden a proyectar fuera los problemas, como cuestiones a resolver modificando la realidad, incluso de forma impulsiva y agresiva, y las mujeres a introyectar dentro los conflictos en forma de emociones y sentimientos que pueden desbordarse produciendo angustia.
Digo todo esto por si nos ayudase a comprender por qué el yoga es practicado abrumadoramente por mujeres. ¿Es que el yoga, aparte de ayudar a tener un cuerpo hermoso y saludable, tiende a la introspección, al manejo de las emociones, y por eso sirve en mayor medida a mujeres que a hombres? Puede ser, pero el yoga no es solo introspección, quietud y conocimiento interior, también es acción, respiración, voluntad, trabajo activo, movimiento exacto y consciente.
No hay filosofía ni forma de vida más equilibrada y perfecta que el yoga. Combina la acción interna, psicológica y espiritual, con la expresión externa, corporal, fruto de la voluntad y la determinación. El yoga nos enseña a conocernos a nosotros mismos a través de la atención a los procesos internos, tanto físicos como psicológicos y mentales, y a actuar en el mundo, con visión cabal de la realidad, sin dudas, sin falsas proyecciones de lo que, siendo propio, creemos que está fuera, ni identificaciones engañosas de lo que, estando fuera, creemos que nos pertenece.
Yoga es unión, comprensión de que la vida es un continuo de interrelación dentro fuera, que es intercambio, comunicación y energía, pero sin confusión ni desorden, donde hay un momento para todo. Un momento para actuar en el mundo con Yama y Niyama, los dos primeros pasos del yogui que figuran en los Yoga Sutras, las normas morales que nos guian; y otro para mirar hacia dentro, dando otros pasos del Asthanga Yoga, como Pratyhara, el control de los sentidos, para saber apagar las luces y girar hacia nuestro interior, descansar y estar con nosotros, o Dhyana, meditación, que contribuye a apaciguar nuestras emociones y estar presentes como conciencia.
Yoga es “chitta vritti nirodha”, la eliminación de la contaminación mental que nos impide una visión cabal, conocimiento y equilibrio interior. Yoga nos ayuda a ver la realidad tal y como es y a nosotros mismos en ese riquísimo fluir continuo, unas veces en consonancia equilibrada con ella y otras en la modalidad de consonancia exclusiva con nosotros. Yoga aporta salud, calma, determinación, paz interior, apertura al otro, sentido y finalidad para la acción de vivir, y trascendencia. Por eso decimos que el yoga es para todos.
Es cierto, el yoga es para todos. Para mayores y pequeños, para sanos y enfermos, para orientales y occidentales, para hombres y para mujeres. Animo a mis compañeros los hombres occidentales a que se acerquen al yoga porque yoga es la modulación perfecta de acción y quietud; porque el yoga actúa en la realidad desde hace más de 5.000 años a través de sus practicantes; porque nos permite ser la persona que somos, emergiendo de los más profundo de nuestro interior para, como dice la Baghavad Guitta, hacer lo que hay que hacer en el mundo sin buscar los frutos interesados de nuestras acciones. Animo también a mis compañeras las mujeres a seguir practicando yoga por idénticas razones, y por todas las que ellas quieran añadir después de haberlas visto en si mismas con la práctica.
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